Esos productos que no se cierran, me recuerdan aquel pescado que cenábamos con cierta frecuencia en el campamento de la Milicias Universitarias, en La Granja, carente de cabeza y de cola y al que llamábamos cariñosamente “boa”
Esos productos que no se cierran, me recuerdan aquel pescado que cenábamos con cierta frecuencia en el campamento de la Milicias Universitarias, en La Granja, carente de cabeza y de cola y al que llamábamos cariñosamente “boa”